Una mujer espera la llamada de un hombre. Desde que se conocieron, su vida gira en torno a esas llamadas que terminan siempre convirtiéndose en encuentros de un par de horas en su departamento.
Le cuesta trabajo concentrarse, pensar claramente. La pasión que siente por ese hombre ruso lo invade todo.
Quiet: The power of introverts in a world that can’t stop talking.
Habla de más, sube la voz cuando alguien sugiere que puede estar equivocado. Da su opinión como si el conocimiento adquirido en una revista fuera suficiente como para haberse convertido en un experto. Se ríe estruendosamente si alguien le demuestra que hay algún error en su lógica o algo que desconoce. Su educación tiene demasiadas carencias, su perspectiva es limitada porque solamente alcanza a ver aquello que tiene en frente y porque no acepta que haya alguien que sepa más que él, no es la persona más inteligente.
Una vez que ha tomado una decisión no hay forma de convencerla de lo contrario. No importa de qué manera se intente demostrarle que las cosas se pueden hacer de otra manera, ella mantendrá su punto de vista literalmente hasta el cansacio, hasta que no haya más que darle razón después de haber intentado que ceda aunque sea en algún punto para que parezca que se llegó a un acuerdo.
Y ambos, en una entrevista, lograrán mostrar estas características como virtudes, dándole la vuelta al narcisismo y la necedad para venderse como personas extrovertidas capaces de dar los mejores resultados con base en su personalidad de «ganadores».
En un mundo en el que a las personas introvertidas les resulta complicado hablar más fuerte y mostrar sus logros como si la vida fuera una competencia, este libro de Susan Cain es una lectura para reflexionar algunos puntos. Para algunas personas será una manera de concerse mejor y actuar de una manera diferente para alcanzar sus objetivos y quizá para otras sirva de manual para entender que hay diferentes formas de procesar la información y de llegar a las metas y que elegir a una persona extrovertida por el simple hecho de poder hablar más de sus logros termina siendo un prejuicio negativo al igual que muchos otros.
Debemos de hacer ajustes para que sea más importante lo que se hace que la manera en la que se vende o se habla de lo que se hace.
We live with a value system that I call the Extrovert Ideal—the omnipresent belief that the ideal self is gregarious, alpha, and comfortable in the spotlight. The archetypal extrovert prefers action to contemplation, risk-taking to heed-taking, certainty to doubt. He favors quick decisions, even at the risk of being wrong. (p.4)
“Our action plan hinged on what the most vocal people suggested,” recalls the classmate. “When the less vocal people put out ideas, those ideas were discarded. The ideas that were rejected would have kept us alive and out of trouble, but they were dismissed because of the conviction with which the more vocal people suggested their ideas. Afterwards they played us back the videotape, and it was so embarrassing.” (p.50)
“I worry that there are people who are put in positions of authority because they’re good talkers, but they don’t have good ideas,” he said. “It’s so easy to confuse schmoozing ability with talent. Someone seems like a good presenter, easy to get along with, and those traits are rewarded. Well, why is that? They’re valuable traits, but we put too much of a premium on presenting and not enough on substance and critical thinking.” (p.52)
And it’s the kids we might call the most sensitive, the most high-reactive, the ones who are likely to be introverts who feel the guiltiest. Being unusually sensitive to all experience, both positive and negative, they seem to feel both the sorrow of the woman whose toy is broken and the anxiety of having done something bad. (p.140)
A reward-sensitive person is highly motivated to seek rewards—from a promotion to a lottery jackpot to an enjoyable evening out with friends. Reward sensitivity motivates us to pursue goals like sex and money, social status and influence. It prompts us to climb ladders and reach for faraway branches in order to gather life’s choicest fruits. (p.157)
Juan Pablo está por viajar a Barcelona con su novia Valentina para hacer un doctorado en teoría literaria y literatura comparada cuando la llamada de uno de sus primos transforma el viaje de estudios en el proyecto de negocios de una organización criminal.
Valentina (según la mamá de Juan Pablo: “tan chaparra, con ese nombre de salsa, los ojitos tristes y ese pelo aplastado de india”), escribe un diario para hablar de su vida, de la ruptura y de ser inmigrante; Juan Pablo empieza a escribir todo lo que le ha pasado en los últimos meses “como si escribiera una novela, como si mi vida inverosímil pudiera ser el material de una novela”.
65 paginas antes de llegar al final: “estas páginas empiezan a parecer una novela. Hay misterios, hay intriga, hay buenos y malos, o al menos buenos y malos en potencia”.
Villalobos ganó el Premio Herralde de Novela con este libro. En un libro anterior, Fiesta en la madriguera, fue donde quizá encontró la manera de crear ambientes a través de una voz, el andamiaje a partir de un tono.
“Si quieres ser escritor, debes vivir mucho más para tener de qué escribir”, me dijo desnuda y acostada a mi lado en la cama de mis padres. Yo acababa de cumplir 16 y ella era 20 años mayor que yo.
Han pasado tres décadas desde aquella noche y aún sigo esperando el momento en que haya vivido lo suficiente como para poder sentarme a escribir.
Irene Vallejo consigue algo que parece imposible, mezclar diferentes momentos de la historia de la humanidad para rezumar aquello que los vincula entre sí y hacer parecer miles de años como apenas un instante en la existencia del planeta y quizá del universo.
Para muchos, la ciencia ficción es un género menor, el espacio en el cual la fantasía se puede llevar hacia el futuro para predecir o para explicar a dónde nos llevará el presente.
Para algunos escritores, la ciencia ficción es el espacio en que cual pueden construir sus historias sin tener que apegarse a reglas sociales establecidas ni limitar el alcance de la mismas.
Ygdrasil es una invención que nos lleva más allá de algunos de los límites que le hemos puesto al futuro. “Cyberpunk meets” energía espiritual, sacrificios, almas en pena, alienígenas, corporaciones todo poderosas y escenarios digitales que requieren de cartografías propias de exploradores de nuevos continentes.
No es un texto para “débiles de corazón”, por momentos es cruel y sádico y constantemente nos cuestiona si es o no un libro que puede disfrutarse.
Pero está bien escrito a pesar de parecer, en ocasiones, el sueño de un adolescente con imaginación desbordada, gusto por la tecnología y una intensa obsesión con el futuro y una clase alternativa de espiritualidad.
Olinka es el sueño de un constructor y ese sueño no tiene cabida para los deseos de quienes le dan dinero para financiar su proyecto y desarrollar un fraccionamiento de lujo a la afueras de Guadalajara.
Tres padres ausentes, uno por querer hacer realidad su sueño, otro porque simplemente no estuvo presente y el tercero por haberse prestado a purgar una condena que no le correspondía.
La más reciente novela de Ortuño es la crónica breve de una “acomodada familia tapatía venida a menos” con tintes de thriller y , por momentos, de potencial guión de película protagonizada por un Damián Alcazar ya entrado en años.